Imagino que recordaremos el año 2020 como un año ominoso. Comíamos las uvas mientras se propagaba un virus, al que más tarde llamaríamos COVID-19, por un mercado en la ciudad china de Wuhan y Australia estaba envuelta en el humo de unos incendios sin precedentes.
Seguramente ésta sea la primera vez en nuestras vidas que vemos arder, incesantemente, durante meses, el mismo rincón del planeta. El sureste australiano está siendo azotado por las llamas desde el pasado mes de octubre.
Un elevado número de incendios está actualmente afectando a diversos puntos del globo terráqueo, desde Nueva Zelanda hasta Siberia (figura 1). De entre todos ellos, los que están ocurriendo en la Amazonía son los que más portadas ocupan estos días.
Los grandes incendios forestales atizan cada verano a nuestro país. Y lo hacen con una intensidad cada vez mayor. En 2017, por ejemplo, vimos por primera vez en Europa (Portugal) un incendio que quemaba 5 000 hectáreas en tan solo una hora (lo normal era que lo hiciera en varios días) y dejaba un desolador paisaje, con 64 fallecidos.
Roman Demkiv/Shutterstock Los incendiarios no son la causa de los grandes incendios forestales. Tampoco lo son las colillas, los tendidos eléctricos, los estercoleros ni las negligencias agrícolas.
La zona del mundo que más se quema anualmente está en el corazón de África y rodea la cuenca del Congo (fig. 1), donde se encuentra el segundo bosque tropical más importante del mundo.